poema IX
Las marcas que dejaste en mi cuerpo
a manera de manantiales,
surcos por donde posaras tus dedos,
los campos que labré en mis entrañas
con los anhelos y nostalgias de ti.
¡Las inmensurables planicies que llene con tus nombres!
Sucumben impotentes ante tu irremediable ausencia;
gimiendo me abaten y retuercen
con cánticos que son tumba en sus gargantas,
como el Seol con toda su crueldad innecesaria;
de sus lágrimas y miserias
se alimentan espinas y cardos
y consiguen robarme el aroma
que dejarás en todas las cosas.
¡Me tienes echo polvo!
de tu boca olvidé la humedad
la frescura de tus formas me abandona
así, relegado al olvido,
las madrugadas me acosan
no sólo por el lado frío de mi cama
sino además por tu recuerdo;
gotera que muele mi cabeza
.
Me encantaría que lloviera un poco
para amenizar estas tumbas
que caen sordas bajo mi sien
crepitando apenas palabras;
balbuceando incoherencias de niño
que me empapan el pecho
como vino derramado.